Hace años estaba extendida la idea de que las embarazadas no debían ponerse el cinturón de seguridad. Desde 2006, las embarazadas también están obligadas a ponerse el cinturón de seguridad.
La duda acerca de que sea peligroso se debe a que, en caso de accidente, el cinturón ejerce una fuerza repentina sobre el abdomen y el pecho de la embarazada, lo que podría provocar importantes daños al feto.
Los expertos recomiendan el uso del cinturón, pero destacan la importancia de llevarlo colocado de forma correcta, entre los senos y por debajo del vientre, a la altura de las ingles, evitando holguras. De este modo, en caso de accidente, la presión del cinturón se transmite directamente sobre las caderas y no sobre la barriga y la placenta, evitando, así, graves consecuencias.
Esto se consigue con el uso de los dispositivos adecuados y que están recomendados por la DGT y es especialmente importante en dos momentos clave del embarazo: en el primer trimestre, ya que la cantidad de líquido amniótico todavía es escasa, y un golpe frontal podría provocar hemorragias por desprendimiento de la placenta o incluso un aborto espontáneo si la futura mamá no está correctamente sujeta con el cinturón; y en el último trimestre, cuando el tamaño de la barriga es mayor y resulta más incómodo viajar en coche. Además, en este período, cualquier accidente o frenazo brusco puede causar lesiones en el feto o provocar un parto prematuro, debido a la presión que el cinturón ejerce sobre el abdomen.